Hasta ahora todos los panes que había hecho eran con levadura fresca, que es la ideal para panadería.
El problema es que al ser fresca y tener un corto tiempo de caducidad en la nevera, había veces que cuando me decidía a hacer pan no tenía levadura o bien ya estaba caducada o a punto de caducar (así no funciona nada bien esta levadura). Así que tenía que esperar a tenerla o bajarme corriendo al super a comprarla, aunque lo normal es que estos venazos de hacer pan me dieran a horas que no hay nada abierto.
Pensé muchas veces en usar la levadura seca, mucho más cómoda al poder tenerla en casa y poder echar mano de ella en cualquier momento, pero no me fiaba mucho del resultado. De hecho, compré una cajita de levadura, pero seguía usando la fresca, pensando que sin ella no me saldría bien el pan.
Pero un día me entró un antojo de pan y ¿adivináis? yo sin levadura fresca. Me acordé de aquella cajita que compré de levadura seca, que estaba al fondo de un armario, y probé suerte.
No me compliqué mucho con la receta de pan, usé la harina panificable Proceli, y eché la misma cantidad de agua que de harina, una cucharada de aceite y una pizca de sal...y el sobrecito de levadura!
Como veis en las fotos, el pan subió como siempre y quedó con la misma esponjosidad, así que ya no me vuelvo a quedar con ganas de mojar pan por no tener levadura fresca en casa.